Fundación LA NACION
30 de Agosto de 2010 - Suplemento Comunidad de La Nacion
Nunca es fácil lidiar con adolescentes. Y menos si se trata de chicas que han padecido situaciones de abuso o maltrato infantil. Por eso, las integrantes de la Asociación Civil María del Rosario de San Nicolás tienen una gran tarea en sus manos: devolverles la sonrisa a estas chicas y darles la posibilidad de un futuro mejor.
La asociación funciona en Andonaegui 1151, en Villa Urquiza, como un hogar que alberga a 23 chicas de 11 a 21 años, que son derivadas por juzgados nacionales, organismos locales y por el Consejo Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia.
Las jóvenes llegan marcadas por una vida de profunda vulnerabilidad. "Lo que buscamos es su reinserción social con un proyecto propio, eficaz, real, concreto y viable de ser puesto en marcha de acuerdo con sus posibilidades, ya sea por la reinserción en su familia o procurando una vida independiente", explica Paula de Martini, directora de la institución.
"Llegué porque estuve un tiempo en el Tobar García, de ahí me pasaron a un hogar de madres y, como no podía criar a mi hija de un año, me mandaron acá", cuenta esta adolescente, a la vez que confiesa que lo que más le costó de este nuevo hogar fue adaptarse a tener que compartir sus cosas con otras chicas. Mercedes va al colegio por la tarde, visita todos los sábados a su hija, que vive en Pacheco junto con su madre, y le gusta cocinar en el hogar por las noches.
"Hacemos un trabajo diario que significa esfuerzo y dedicación plena, con 15 profesionales capacitados pero con el tiempo de mucha gente solidaria", agrega De Martini.
El personal durante las 24 horas del día las acompaña en las tareas y actividades del hogar, como lavado de la ropa, aseo de habitaciones, la elaboración de las comidas y todo aquello que les permita formarse dentro de la realidad de un hogar.
"Nuestra prioridad en este momento es el mantenimiento del hogar porque cuando las chicas recién llegan pasan por un período de adaptación en el cual rompen las instalaciones. Estos días las chicas están pintando sus cuartos con la ayuda de voluntarios de Help Argentina", cuenta Carola Varangot, integrante de la comisión directiva del hogar.
El hogar está dividido en dos casas: Rosarito, en la que viven las chicas de hasta 15 años, y Rosario, que alberga a las mayores de 15. En cada cuarto duermen un máximo de cuatro chicas y cada una es responsable de su limpieza y orden. Se doblan su ropa, se hacen la cama, cocinan... "Es una ventaja porque aprenden a tener una vida autónoma", dice De Martini.
El mayor desafío es lograr que estas chicas pasen el menor tiempo posible institucionalizadas y que consigan revincularse con algún familiar, ser dadas en adopción o lograr un proyecto de vida independiente. "La ley dice que las chicas tienen que estar internadas el menor tiempo posible, pero eso no es viable. Tenemos chicas que están con nosotros desde hace cuatro o cinco años. La parte positiva es que eso genera pertenencia y nos permite pensar en un tratamiento a largo plazo", sostiene la directora.
Una vez que cumplen la mayoría de edad tienen que dejar el hogar cuando todavía no han conseguido armar otro camino posible.
Marita, por ejemplo, está institucionalizada desde los tres años y hoy tiene 16. Tuvo tres intentos de adopción pero ninguno llegó a término. Su caso es justamente lo que se intenta evitar, que es que estas chicas pasen su infancia y adolescencia internadas.
Por cada chica, el hogar recibe un subsidio de $ 2100 por mes del gobierno porteño, que revisa trimestralmente el plan de externación de cada una de ellas. Este año en el hogar se vivieron algunos pequeños milagros: dos chicas de 13 años fueron dadas en guarda para un futuro proceso de adopción. "No es lo más común y por eso nos inspira a seguir trabajando", concluyó De Martini.
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